TOMARES SE ECHA A LA CALLE PARA CELEBRAR LA NOCHE DE HALLOWEEN
Fantasmas, muertos vivientes, payasos infernales, vampiros, brujas y todo tipo de horribles monstruos, desfilaron por las calles de Tomares, desde bien temprano, la tarde del 31 de octubre. La llamada de Halloween, fiesta que hunde sus raíces en las medievales procesiones de difuntos, los congregó en diferentes puntos del municipio, en horas sucesivas, conformando una auténtica ruta del terror en la que, sobre el miedo, predominó la diversión.
La Biblioteca Municipal fue, a las 17.00 horas, el punto de inicio de la fiesta. La tradicional hora del Cuenta-cuentos se preparó para la ocasión, y los más pequeños pudieron escuchar historias de Halloween enfundados en sus disfraces favoritos.
Algo más tarde, a las 17.30, el Parque Joaquín Ruíz Jiménez se llenó de caretas, muppets y postales aterradoras gracias a la iniciativa de los gerentes del kiosko-bar ubicado en el recinto. Numeroso público se acercó hasta el lugar para disfrutar de los ocho talleres gratuitos que se ofertaron, además de un menú especial para zombis, acompañado de música vampírica.
Gymkhana monstruosa
A las 19.00 horas, la Plaza del Ayuntamiento cobró protagonismo con una gran Gymkhana, destinada al público joven. Numerosas pruebas conformaron una propuesta, organizada por el Ayuntamiento, que se tradujo en diversión a lo grande. Además, durante el trascurso de la competición, no dejó de funcionar el Taller de Maquillaje, que fue dando vida a nuevos componentes del siniestro cortejo que recorrió las calles y parques tomareños. Un gran concurso de disfraces, puso el punto final a la celebración que abarrotó el corazón del municipio.
En paralelo, el parque de minigolf fue el lugar escogido para poner un poco de glamour a la jornada. La payasa Yupita hizo de maestra de ceremonias en un particular desfile del horror, también por iniciativa privada, donde pudieron verse algunos de los disfraces más originales y mejor preparados de la jornada.
El fin de fiesta tuvo lugar en el Parque de la Música que, haciendo honor a su nombre, convirtió su bar en una fantasmal discoteca en cuya diabólica pista de baile agotaron sus últimas energías los adictos a la Noche de Difuntos.