Un día cualquiera en el taller de Moda del Ayuntamiento de Tomares. El ruido de las máquinas de coser se mezcla con el de las tijeras cortando patrones y las conversaciones por lo bajo de las alumnas, que mientras van dando puntadas a la tela van intercambiando experiencias, consejos y su día a día. Ocupan su tiempo y aprenden un oficio que puede terminar siendo una salida profesional.

Más que un taller de diseño y moda, este curso es una terapia para sus participantes, para poner fin a la rutina y al tiempo ocioso y donde cada una de las alumnas tiene un proyecto que le ilusiona y que consigue realizar con su propio esfuerzo y el apoyo de la monitora y las compañeras.

Araceli Acuña es la responsable de dirigir el taller, llegando a cada clase con la ilusión de ver cómo toman forma las creaciones de sus alumnas. Va enseñando lo que cada una necesita aprender, aunque sea desde cero, de tal forma que todas aprenden algo nuevo y avanzan en sus proyectos. Clases particulares de costura donde todas hacen piña para ayudarse y colaborar.

Quince años lleva impartiendo este curso al que llegó por casualidad, cuando se lo propusieron a falta de profesorado. Lleva cosiendo desde muy joven y ha trabajado en tiendas de trajes de novia hasta que formó su propia familia, aunque seguía aceptando encargos. Ahora compagina estos trabajos (el último la realización del traje de la Estrella de la Ilusión y del Rey Baltasar de la Cabalgata de Tomares) con la docencia, atendiendo a sus 40 alumnos en grupos de mañana y tarde.

La aspiración de Araceli es crear una cooperativa con vecinos de Tomares para que aprendan el oficio de costura, para todos los que necesiten buscar una salida laboral. En definitiva, fomentar el empleo en el municipio sobre todo entre los más jóvenes. También pide que la costura vuelva a los centros educativos “si se enseña que todos necesitamos saber coser, habrá más hombres en los talleres. Los hay interesados pero les da vergüenza y es una pena porque aquí venimos todos a aprender”.

Y es que es muy gratificante venir con una idea en la cabeza, un proyecto motivador como puede ser crear tu propio traje de flamenca, la canastilla de un sobrino, la ropa de los hijos, un traje de fiesta,… y ver que no sólo es posible sino que se consigue de una forma amena.

Asisten personas como Carmen Martínez, que lleva catorce años asistiendo a este taller a pesar de que lleva cosiendo toda la vida. Para ella es una forma de aprender cosas nuevas (con 60 años se hizo su primer traje de flamenca) y dedicarse a la costura por unas horas, ya que en casa no puede parar para hacerlo. Por otro lado, Mar Borrell asiste a su tercera clase y ya ha aprendido a hacer patrones y está deseando empezar a usar las telas. Su intención es poder confeccionar ropa para ella y sus hijos, a medida y a su gusto “nunca me apasionado la costura, pero ahora tengo ganas de coser, aprovechar mi tiempo y hacer algo de provecho”.

Algunas alumnas del taller están comenzando a recibir encargos, que realizan para la calle con las directrices de la monitora para solucionar sus dudas. Es el caso de Luisa Riestra que lleva en el taller cuatro años a pesar de haberse apuntado “un par de meses para probarlo”. Comenzó con el monográfico de trajes de flamenca buscando una salida laboral tras quedarse en paro y ya está confeccionando encargos, sobre todo de ropa para iglesias y hermandades. Ella destaca que el apoyo que recibe del taller y sus componentes sobrepasa las paredes del aula y el horario de clases “esto me sirve de terapia y no sólo vengo a coser, yo vengo a echar el rato. Yo voy ofreciendo ideas y Araceli te abre la mente, te enseña y te anima a verlo y crearlo”.

En definitiva, son alumnas (aunque algún alumno ha habido inscrito) que llevan años de experiencia en costura sentadas junto a otras que llevan sólo varias horas y están partiendo desde cero, todas formando un grupo de colaboración que va más allá de los hilos. Las inscripciones están abiertas todo el año y se anima a todo el que quiera a participar.