Soleares, fandangos, seguiriyas y bulerías son algunos de los palos que se sucedieron la noche del sábado en el Patio de las Buganvillas del Ayuntamiento de Tomares con ocasión de su 44 festival de flamenco. Una cita jonda especialmente ilusionante, ya que rendía homenaje a una de las instituciones más antiguas y respetadas de la localidad: la Peña Flamenca de Tomares.

Por este motivo, el alcalde del municipio, José Luis Sanz, inauguró la velada haciendo entrega al presidente de la peña de un detalle como agradecimiento y tributo al trabajo desarrollado por la entidad a lo largo de cuatro décadas. Sanz destacó la gran labor que hace esta peña organizando uno de los mejores festivales de Andalucía, y su defensa y promoción de uno de los más importantes elementos patrimoniales andaluces: el flamenco.

Por su parte, el presidente de la Peña Flamenca de Tomares, Antonio Novella, echó la vista atrás para recordar el primer festival que se celebró en la localidad, allá por 1976, e impuso la Insignia de Oro a Ángel Costales, un histórico de la entidad tomareña que formó parte del cartel de aquella primera edición. A este acto homenaje se sumó la Peña de Bormujos, de la que Tomares es madrina.

Ildefonso Vergara fue el encargado de conducir una noche en la que la maestría de El Pele y de Esperanza Fernández estuvieron acompañadas del buen hacer de La Tana y  Ezequiel Benítez, al cante; Miguel Ángel Cortés, Niño Seve, Juan Campallo y José de Pura a la guitarra y David Pérez, al baile.

Talento a raudales

Ezequiel Benítez fue el primero en subirse al escenario tomareño. El de Jerez convenció al respetable evocando en sus cantes a las grandes figuras de su tierra y sumergiéndose plenamente en la ortodoxia por tientos, alegrías, fandangos, bulerías y bulerías por soleá de marcado acento jerezano.

En la misma línea se mostró La Tana, una cantaora excepcional que conoce el legado clásico y lo expone con temperamento, aunque sin caer en excesos, tirando del desgarro en el momento justo para conmover al aficionado con la visceralidad de sus cantes. Lo hizo por tarantos, tientos-tangos, soleá, cantiñas, bulerías y fandangos.

El baile de David Pérez, excelente en la técnica y en la elaboración coreográfica, elegante y mesurado, sirvió de interludio del cante. Martinetes y alegrías evidenciaron el talento del bailaor.

El plato fuerte de la noche llegaba con las actuaciones de Esperanza Fernández y El Pele. La enorme versatilidad de la trianera le ha permitido cultivar los estilos más tradicionales y participar al mismo tiempo en formaciones de jazz, big-band, orquesta de cámara u orquesta sinfónica, obteniendo con justicia, la categoría de maestra, como demostró el sábado en el incomparable marco del Patio de las Buganvillas, con cantes limpios y certeros, nacidos de una de las voces más privilegiadas del flamenco. Malagueñas con abandolaos, seguiriyas, cantiñas, tangos y bulerías compusieron un repertorio que hizo las delicias de los asistentes.

Luego llegó el turno al Pele, referente imprescindible del cante gitano. Poseedor de una portentosa capacidad vocal, su fuerte personalidad y su profundo conocimiento de las raíces del flamenco le han permitido caminar por nuevas sendas expresivas sin traicionar la esencia del cante, convirtiéndolo en un artista de referencia que no decepcionó en su comparecencia ante el público tomareño, a quien le concedió incluso la petición de cantar por sevillanas. Soleá, cantiñas, bulerías, y zambra pusieron el punto final a un festival en el que brillaron, por méritos propios, las guitarras de Miguel Ángel Cortés, Niño Seve, Juan Campallo y José de Pura.