LA CERVEZA MÁS FRÍA DEL MUNDO SE SIRVE EN TOMARES
Antonio quería tener en su bar la cerveza más fría de Sevilla. Así que se puso a buscar el modo de conseguirla. Y buscando buscando dice que ha conseguido tener “la cerveza más fría del mundo”. Cerveza que puede llegar a ocho grados por debajo de cero sin congelarse y que ahora sirve en Tomares.
Eso es posible gracias a una cámara de refrigeración producida en Corea del Sur que acaba de llegar al mercado y que no tiene ningún otro establecimiento en la provincia de Sevilla por ahora. Los fabricantes aseguran que la clave para conseguir bebidas tan frías sin que se congelen está en la integración de un algoritmo patentado que controla la temperatura interna de la cámara mediante sensores inteligentes y la circulación de aire en su interior.
“Majareta”, el bar de Tomares que dirigen Antonio González y su mujer, Carmen Contreras, lleva abierto desde finales de junio y rápidamente se ha colocado en el mapa con sus botellines a temperatura insospechadamente baja. “Nunca habíamos pensado en este escenario. Nunca pensamos que pudiéramos llegar a esto en tan poco tiempo”, asegura Antonio. Hasta Glorieta Fernando Quiñones, donde se ubica, acude gente de todo El Aljarafe y de Sevilla. Atrás quedan “los tres días sin comer”, recuerda, previos a la apertura al público. El miedo a que no gustara lo que con tanta ilusión habían proyectado durante meses: Majareta, un bar de decoración moderna y cierto toque hipster donde, cerveza aparte, se sirven platos reconocibles de cocina tradicional andaluza. “La gente está un poco cansada de tomarse una tapa con siete apellidos”, opina González. La carne con tomate, el pisto, las papas aliñás, los flamenquines, la carrillada y el solomillo al whisky toman el protagonismo, con algunas concesiones, pero pocas, a lo menos tradicional, como la del tartar de atún. “Hay recetas ahí que vienen de mi abuela, que vienen de mi madre”.
Y así se dibuja la apuesta de este negocio familiar, en el que Carmen se encarga de la cocina, Antonio es el responsable de la barra y la sala, y María, hermana de este, es la relaciones públicas. “Le pusimos Majareta porque en nuestro entorno nos decían que estábamos locos al poner en marcha un negocio de hostelería”, aclara Antonio sentado en la amplia sala interior de su establecimiento. Fuera, una terraza de 160 metros cuadrados especialmente apetecible en las noches tórridas de verano. Tal vez, con un botellín a ocho grados bajo cero.