EMOCIÓN Y FE EN LA PEREGRINACIÓN DE LOS NIÑOS TOMAREÑOS A LA ALDEA DEL ROCÍO
Diecinueve kilómetros. Esa fue la distancia recorrida por los pequeños rocieros que el pasado sábado, 11 de noviembre, participaron en la tradicional peregrinación infantil, organizada por la hermandad del Rocío de Tomares. Un largo trayecto que, sin embargo, no mermó el ánimo de los romeros que, con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años, acometieron con alegría una jornada marcada por la emoción, la fe y el sentimiento fraternal.
La novedad en esta edición fue el cambio de recorrido al no haber podido acceder al correspondiente permiso para el paso de vehículos por la raya, lo que supuso el discurrir de la peregrinación por el llamado “Camino de la Virgen”, que une Almonte con El Rocío. Circunstancia que, sin embargo, no obligó a modificar ninguna de las actividades previstas por la organización.
Bailes y cantos protagonizaron un camino en el que también hubo tiempo para el rezo, el agradecimiento a la Virgen por las bendiciones concedidas durante el año y las peticiones, en las que los pequeños tuvieron presentes a sus familiares, amigos y personas desfavorecidas.
“El mamut y la luna”, juego que se ha repetido en las dos últimas peregrinaciones, designó a los encargados de portar las varas en el momento de acceder a la ermita, que llegó pasadas las seis de la tarde. Una ofrenda de flores hechas por los peregrinos y de las peticiones recogidas durante el trayecto hasta la aldea, puso fin a la jornada que terminó, como no podía ser de otro modo, con la Salve rociera.