Nada más entrar al céntrico local que los hermanos Rueda regentan en el número 20 de la calle Clara Campoamor, sabe uno que se encuentra en un lugar tradicional y de pura esencia tomareña. Cuadros de las cofradías y de diversos rincones del municipio salpican las paredes de esta antigua casa reconvertida en el típico restaurante de guisos caseros y jamones colgados. Álvaro, Antonio Manuel y Jesús son tres hermanos que, tras una vida dedicada a la ganadería, decidieron en 2018 comprar lo que era una casa en ruinas y, tras mucho,  «muchísimo» trabajo, transformarla en este lugar con varios espacios entre terraraza, dos salones interiores y un coqueto patio donde disfrutar de una agradable comida o cena. «Al principio fue difícil porque nunca habíamos trabajado en hostelería pero tras mucho esfuerzo y varias mejoras hemos llegado hasta lo que somos hoy», asegura Álvaro Rueda que, junto a sus hermanos, proviene de una larga generación de tomareños conocidos en el municipio como «Los Caracole». De ahí el nombre de su restaurante: Casa Caracole.

Las especialidades de su carta se centran en platos caseros de carne como la carrillada, el jabalí, el ciervo o las manitas de cerdo, aunque también tienen opciones de pescaíto frito. También es muy famosa su ensaladilla de puerro y, cómo no, sus aclamados churros, con los que cada mañana desayunan decenas de tomareños.

A pesar del golpe que, como el resto de la hostelería, sufrieron por la pandemia, tienen empleados a cinco trabajadores y solo uno de ellos continúa en ERTE, a la espera de poder ampliar su servicio de cena que ahora solo tienen los fines de semana  y que, «cuando la situación se normalice del todo, volverá a ser como siempre», afirma Álvaro.