LA TOMAREÑA SARA ROMERO GANA EL XIV CONCURSO LITERARIO “VIAJAR EN TRANSPORTE PÚBLICO” ORGANIZADO POR EL CONSORCIO DE TRANSPORTE METROPOLITANO
La escritora local Sara Romero, con tan sólo 16 años, ganó el primer premio del certamen literario “Viajar en transporte público o en bicicleta en 500 palabras” que en su edición número catorce, adjudicó los premios en la Casa de la Provincia de Sevilla el pasado viernes.
Al acto acudió el alcalde de Tomares, José Luis Sanz, quien fue el encargado de hacer entrega a Sara Romero del merecido primer premio por su obra “El autobús 161”, una historia de amor que transcurre en la línea que conecta la localidad con la estación de autobuses de Plaza de Armas.
El jurado valoró sobre todo la sensibilidad y el gusto con el que está narrado el viaje de una chica que utiliza la línea M-161 para encontrarse con su enamorada.
Os dejamos aquí la obra ganadora El autobús 161 Aquella bestia de acero llega entre la densa atmósfera de la tarde de julio. Me levanto, saco la tarjeta del bolsillo trasero del pantalón y sonrío al escuchar aquel pitido que perdurará hasta que me quede sin saldo. Me siento al fondo, tal vez porque mi infancia estuvo cargada de nostálgicos vídeos musicales de gotas corriendo por ventanas, y apoyo la cabeza en el cristal. Subo la música. Suspiro; es tu canción. Hace semanas que no nos vemos. Exámenes, fiestas, cumpleaños… Miles de acontecimientos y ninguno converge en ambas vidas. Pero esta tarde va a ser diferente. Lo llevamos días planeando, un hueco en agendas tan apretadas que van a explotar, y al menos yo, recreándolo en mi cabeza una y otra vez. Un paseo hasta El Duque, una pulsera en los puestecillos, aunque te enfurruñes por no dejarte pagarla; un helado en la Campana, una persecución entre los pasillos de la librería, un banco a la sombra junto al río, un beso ante el atardecer. Y después, otro autobús, a casa, lejos de ti. Pero no es tiempo de pensar en eso. Disfruto de la forma en que la carretera y mi boca se curvan a la vez cuando llegamos a la estación. Me levanto antes de parar completamente, y me agarro a la barra junto a la puerta, arriesgándome a caerme, mientras me seco el sudor de las manos en la falda. Te veo cuando el conductor da las últimas vueltas al volante. Estás sentada en ese borde que sobresale de la rampa. Tus zapatillas blancas se balancean al aire en un baile en el que estaría encantada de perderme. Oteas el horizonte con el ceño fruncido, y mi corazón se calienta con la certeza de que me buscas a mí. Llevas el pelo recogido en una trenza que cae por tu hombro, eres más inteligente que yo, que me suda el cuello cubierto por mi melena, pero ay, si supieras cuánto tiempo he pasado peinándolo sólo para que tú lo acariciaras… Todos esos días sin ti, se reducen a la nada cuando me ves, tus ojitos brillan y bajas al suelo de un salto. Casi vuelo para acudir a tus brazos. Y es que, tal vez para aquel señor enchaquetado, o aquella anciana con una bolsa a los pies, lo sea. Pero no para mí. Ya no es un autobús, como cuando me traía para ir de compras con mis amigas. Ya no es un autobús, como cuando tenía que venir en él a la universidad. Ya no es un autobús, como en las noches de verano para beber, reír y bailar junto al río. Para mí el 161 es más que un autobús. Porque el 161 me lleva a ti.