MOZART RESUCITA EN TOMARES CON SU “REQUIEM EN RE MENOR”
El gran compositor austriaco Wolfang Amadeus Mozart resucitó en Tomares ayer 14 de febrero, Miércoles de Ceniza, con su famoso Réquiem en Re Menor K. 626. Ante un Auditorio Municipal Rafael de León abarrotado hasta la bandera, la Joven Orquesta Barroca de Sevilla (JOBS), la Orquesta Barroca del Conservatorio Superior de Música “Manuel Castillo” de Sevilla y solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla, acompañados por las bellas y exquisitas voces del grupo vocal Vandalia y el Coro de la Sociedad Musical de Sevilla, dirigidos por el laureado director alemán Martin Schmidt, ofrecieron un gran concierto que entusiasmó al público y que quedará para el recuerdo.
Mozart volvió a la vida anoche en Tomares. Un maravilloso concierto que, tras agotar las localidades en el Auditorio Municipal de Tomares en apenas un día varias semanas antes del espectáculo, y en el Lope de Vega, donde actuaron el día anterior, puso sobre el escenario a un total de 127 músicos, entre instrumentistas y cantantes, que ofrecieron una magistral interpretación del Réquiem de Mozart, una de las grandes obras maestras y más bellas de la historia de la música universal que han consagrado al gran genio de Salzburgo de la muerte a la eternidad.
Las seis prestigiosas agrupaciones sevillanas abordaron con brillantez y desenvoltura esta obra fundamental del repertorio, una de las piezas de mayor maestría, potencia expresiva y belleza de Mozart, a la que el genial compositor se entregó febrilmente, pues se dice que de él que siempre pensó en sus delirios que había sido la misma Muerte la que le había encargado componer la obra para la misa de su propio funeral. Un delirio que llevó al gran maestro a destilar toda su maestría y fuerza expresiva, y como si su salvación dependiera de esa partitura, dibujó más que escribió, las notas que quería que le acompañasen más allá de la muerte.
Al término el concierto, tras escuchar el “Introitus”, el “Kyrie”, el “Dies Irae” o el “Lacrimosa”, el público emocionado se rindió en una profunda y prolongada ovación que hizo que el director Martin Schmidt tuviera que salir al escenario incluso dos veces.